sábado, 24 de julio de 2010

Una sombra blanca

No era tarde, a pesar de podía apreciar la oscuridad desde su ventana. Al fondo, entre dos casas, todavía podía ver un pedazo de cielo de un color más claro y aquel puente que cruzaba cada mañana.

La cuidad ya se hallaba iluminada por la luz artificial, pero todavía era un hervidero de actividad. Pequeños grupos de personas cruzaban el puente, los coches recorrían las calles con sus faros encendidos, los niños reían y corrían… el verano iluminaba su futuro inmediato.

No sabía si hacia frio fuera, la ventana estaba cerrada, pero desde ella podía contemplarlo todo, y sobre todo, ser feliz a la vez que todas aquellas personas lo eran. Cada noche hacia aquello, observar mientras ella era invisible detrás de un cristal. Deseaba estar fuera, pero algo que no lograba identificar se interponía en su camino hacia la libertad.

Algo había cambiado, lo notaba en su interior. Se enfundo sus botas negras y abrió su puerta. Bajo las escaleras más rápido que nunca, algo la llamaba con una voz imposible de no atender. En la calle hacia frio pero casi no lo sentía, como tampoco era capaz de ver a todas las personas que se encontraban a su alrededor, mirándola.

La voz surgía del puente, de rio que en su desembocadura rugía con furia, de la luna, de la oscuridad, del aire; pero sobre todo surgía de su interior. El mundo parecía haberse parado para ella, que avanzo con pasos lentos hacia el puente. Las gaviotas volaban, esperándola.

Como si flotase sobre el pavimento, se desplazo hasta su centro. El estado del mar y del rio había empeorado. En el puerto las olas saltaban el muro añadiéndole belleza a un espectáculo no exento de ella. Comenzó a danzar y a reírse, a brillar con luz propia, una luz que había estado demasiado tiempo apagada.

Una ola se trago el puente que desapareció en las profundidades del mar arrastrado por un rio embravecido. Nunca se encontró su cuerpo, pero en las oscuras noches sin luna, cuando la desesperación ser cierne sobre los habitantes, todavía se puede escuchar su hermosa risa disfrutando de una felicidad sin igual llamándolos a que la compartan con ella, a que rian, a que disfruten, a que vivan.

jueves, 1 de julio de 2010

Pensamientos de medianoche

A menudo, tenemos la tendencia a dejar pasar todo aquello que no nos concierne, que no es una injuria. Personas que se creen titanes dan la cara dentro de un colectivo intransigente en el que se creen con los suficientes derechos y un atrevimiento propio solo del inculto como para atreverse a juzgar a una persona por su físico y por su forma de vestir, sin tenerlas en cuenta en su calidad de personas, algo más que tipo, color y forma de la ropa. Pero todavía hay multitudes que se consideran especiales, superiores, por denigrar al prójimo, sin darse cuenta que lo único que hacen es dejarse en evidencia. ¿Qué debemos pensar de todos estos sujetos? ¿Son víctimas de la sociedad o la mano ejecutora? No tengo respuesta a estos interrogantes, solo la necesidad de convertirme, yo misma, en la voz de todas aquellas minorías que aun piensan que las personas son algo más que objetos materiales.