viernes, 30 de octubre de 2009

un jueves por la mañana

A pesar de que faltasen escasos días para el invierno, aquel mediodía hacia calor, por lo que cogió su jersey negro y dejo su largo abrigo del mismo color colgado de una percha. La mochila le impedía caminar bien, o en todo caso sin darse golpes en las piernas; adoraba esa cartera y ya casi no los notaba, estaba demasiado acostumbrada. Bajó aquella calle a su velocidad habitual, la que había sido su velocidad habitual, recorriendo la calle por la que cada mañana corría ya que sabía que llegaría tarde a clase, una vez más, e historia a primera, el profesor volvería a recordarle que había llegado cinco minutos tarde, pero eso ahora ya no importaba, ya no llegaba tarde a ningún lugar, solo corría por el simple hecho de sentirse viva. Paso por delante de una de las puertas sin ni siquiera pararse a contemplar sus barrotes negros, no era ese su destino, pero al pasar a su lado, le llego el olor de una mimosa, un olor dulce y empalagoso, pero que siempre le había gustado, y que le traía gratos recuerdos. Pasó de largo, pero el olor quedo grabado en su pituitaria, al igual que árbol vestido de otoño e iluminado por el sol.

martes, 20 de octubre de 2009

Maldito

Notaba su respiración, cuanto le costaba, y como esta se acompasaba a la suya. Había sido doloroso, todavía lo era y seguramente siempre lo seria, pero a pesar de todo, odiaba aquella maldición por encima de todo, aunque ahora se sentía vacio. Su cuerpo no volvería a transformarse en una bestia, esta siempre caminaría a su lado, compartiendo su mente, eternamente ligada a su persona sin poder distanciarse, sin la posibilidad de volver atrás. Había roto el conjuro, pero el mismo se había roto en mil pedazos diseminados en dos cuerpos conectados.

Aquel lobo que caminaba a su lado tenía unos ojos demasiado inteligentes, se lo habían advertido, ya no era humano y no podía vivir entre los civilizados. Durante años intento vivir en la comunidad de los licántropos pero ellos adoraban a la luna, amaban convertirse cada plenilunio en bestias salvajes, mientras él lo odiaba y trataba de resistirse sin éxito. Intento buscar una solución, la que fuese, pero por mas magos que amenazaba, por mas pócimas que tomaba, cada luna llena su parte irracional salía a la luz; hasta que lo encontró.

Hacía dos días que se había convertido por última vez, y su cuerpo todavía sufría transformaciones, por lo que robo una capa con capucha para poder ocultarse de miradas indiscretas. Los guardias de la muralla le habían intentado para el paso, pero aquellos ojos ambarinos inspiraban temor. Había oído hablar por primera vez del hombre al que buscaba esa noche hacia solo cuatro años. Sus hermanos hablaban de él con temor, era la única persona capaz de separar a la bestia y al hombre, y eso para ellos sí que era una maldición, no lo que tenían ahora, que lo identificaban con la libertad.

Ya se había dado por perdido cuando una noche de luna llena, en el claro de un bosque, escucho los aullidos enfebrecidos de un lobo. Se debatía contra los barrotes, quería seguir siendo un lobo por toda la eternidad, pero él deseaba todo lo contrario. Lo observo durante algún tiempo hasta convencerse de que la solución estaba al alcance de su mano.

El pueblo estaba dormido, y solo se podía ver la luz de una vela que salía por una ventana. Abrió la puerta y se encontró a aquel hombre de capa plateada sentado, leyendo a la luz del fuego. Levanto lentamente la cabeza y cuando reconoció los rasgos que se ocultaban bajo la capucha, sonrió. Llevaba tiempo esperándolo.

Cuando despertó, la realidad y la ficción se fundían sin posibilidad de separarlas: un pueblo, un anciano con una cura, un intenso dolor y la oscuridad. Abrió los ojos lentamente, deseando que aquellas imágenes de su mente fuesen reales. A su lado un lobo comenzaba a desperezarse y a su lado.

lunes, 19 de octubre de 2009

La solucion

Una sonrisa asomaba a su boca, pero todavía no se había decidido a salir cuando en el horizonte diviso aquella línea roja que lo cruzaba, estaba amaneciendo. Sus labios terminaron de curvarse, desembocando en una gran sonrisa, un nuevo día, un nuevo amanecer en un nuevo mundo. Estaba cansada de aquello, la misma rutina, las mismas palabras de cortesía, los mismos hipócritas. En su mente se formo la conversación entre su parte racional y su irracional: ¿Quién era? ¿Por qué estaba allí? ¿Cuál era su función en aquel desierto? Se cruzaba con personas cada mañana, cada tarde, cada noche, pero estaba sola, todos tenían la mirada perdida en otro universo, el universo de sus cavilaciones. Entonces se dio cuenta de que estaba perdida, ese no podía ser su universo. Temía a la oscuridad, a los fantasmas del presente, los contornos del futuro, y entonces se dio de bruces contra el suelo, una vez más termino tendida con toda su longitud en el suelo, pero nadie se acerco a auxiliarla, en aquel mundo gris nadie lo había apreciado, simplemente entorpecía su camino, y salvaron el obstáculo: pasaban a su lado, se movían con una velocidad uniforme, eran maquinas, había dejado de lado sus sentimientos, y entonces vio el centro de sus problemas, la única persona con color aparte de sí misma, y tomó la decisión. Lo llevaba en su diminuto bolso, se lo habían dado a todos como la fórmula mágica que soluciona los problemas y todos se lo habían tomado, todos menos ellos dos, los últimos supervivientes, hasta el momento en que acerco la botella a su boca y derramo su contenido por la garganta. Noto como su tráquea se cerraba, no podía respirar, se estaba quedando sin oxigeno, se estaba muriendo. No vio como el último superviviente corría hacia ella, tampoco importaba, cuando se levanto sus ojos se habían teñido con el mismo velo tupido: ya no veía, ya no sentía, había expirado su último aliento de libertad.

viernes, 16 de octubre de 2009

Tan solo déjame respirar

Estaba sentada una vez mas en aquella mesa de color verde que le habían comprado para que algo a su alrededor fuese alegre y luminoso, pero no se lo parecía, era una condena mas, algo alegre en un mundo terrible. Ella tenia una mesa enorme y de un color verde alegre, y un niño a millones de kilómetros se estaría muriendo porque la genética miraba por la especie, no por el individuo. Estaba perdida en sus cavilaciones cuando escucho un sonido extraño. Comenzo a buscar por toda su habitación, hasta que dio de bruces con aquel baul que había cerrado hacia años, ya que abrirlo significaba caer al abismo, y ahora estaba en su borde, pero aquel sonido tenia algo que la atraía irremediablemente, como los polos opuestos de un iman se atraen, ella tenia que saber de donde venia aquel sonido, no podría alejarse del borde hasta que lo supiese, no podría pasar pagina. Se quito el colgante del que nunca se separaba, y de el seleccionó una pequeña llave dorada con la que abrió el pesado candado que rodeaba aquel baúl. De entre todos los dibujos, recuerdos y demás, una caja sobresalía. Era pequeña, poco mayor que su puño, y era de allí de donde salía el sonido. Dirigió su mano al lugar en el que deveria haber estado su corazón, pero solo encontró aquella vieja cicatriz y entonces recordó como había sido: harta del dolor que le causaba cada latido, se lo había arrancado, y lo había depositado en aquella bonita caja. De aquello solo quedaba una cicatriz, pero al crear el vacio, se dio cuenta de que, por muy doloroso que respirar había sido, eso la mantenía viva, y ahora tan solo vivía de recuerdos, pensó que nunca mas volveria a latir; pero ahí estaba, en la habitación en la que había ocurrido todo, con la caja entre sus dos manos, notando como , cuanto mas cerca estaba de si misma, con mas fuerza se comprimía y expandía, como si el también lo ansiase, el sentirse vivo de nuevo. Abrio la caja con manos temblorosas, temiendo lo que allí pudiese encontrarse, pero todo estaba tal y como lo había dejado la ultima vez. Millones de espinas lo rodeaban, y entre ellas, petalos rosas que se habían vuelto negros, manchados con su sangre, testigos de su traición. Lo acuno con sus manos, y los sintió calido, no frio como aquella ultima vez, y fuerte, ganando vitalidad a cada segundo que pasaba, cada milímetro que se acercaba. La herida se abrió poco a poco, mostrando el oscuro vacio en el que deveria estar el musculo que se encontraba entre sus manos, y allí lo deposito, odiándose a si misma por haber caído una vez mas, en aquel circulo vicioso, del que volveria a salir malherida.

jueves, 15 de octubre de 2009

una nota de armonia entre millones discordantes

Podía escuchar aquella música pero por más vueltas que daba sobre si mismo no podía encontrar el lugar del que provenía aquella maravillosa melodía. El violin se elevo de entre el resto de instrumentos para dar fuerza a la melodía. Destacaba entre el resto de sonidos, creando la armonía entre las notas discordantes. Una lucha entre los graves y los agudos, semejante a la lucha mitológica entre el bien y el mal, pero en esta ocasión no habria muertes por el camino, solo la belleza de una lagrima descendiendo por la mejilla de un espectador, sobrecogido ante la inmensidad de unos sentimientos inabarcables, tiempo atrás enterrados.

No paro de buscar hasta que exhausto se tumbo sobre el frio pavimento. Allí, solo y cansado, podía escuchar con mas intensidad aquella música. Cerro los ojos, si aquello era estar loco, habría deseado estarlo mucho antes. Todas sus heridas se cerraron, las cicatrices se borraron y la oscuridad llego como una bala de plata atravesando su cansado corazón.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Termino medio

[…] Y levantó triunfante la cabeza cortada del perdedor mientras la multitud contemplaba como era su misma cabeza, la misma persona, un alma fragmentada en dos personas idénticas que compartían el mismo pensamiento, destinados a terminar el uno con el otro, con un único superviviente, destinado a una vida marcada por la amargura por haber asesinado sin piedad a su rival y a parte de si mismo […]

jueves, 8 de octubre de 2009

Tiempos lejanos

Todo llega y todo se va, pero el recuerdo queda grabado en nuestra memoria, ayudándonos a seguir, aunque el camino sea difícil, aunque la luz se haya apagado, el retentiva del ayer nos ayuda a llegar al mañana, a no cerrar los ojos y dejarnos ir, a luchar, a ser fuertes, a no llorar.

Aguantó todo lo que pudo sin derramar una sola lagrima, pero entonces no pudo mas y sus acalladas emociones afloraron a la superficie, llevándose toda la oscuridad, como un rio que vuelve a su cauce volvió a sentir los rayos del sol sobre su blanca piel, no importaba quemarse, no importaba el pasado, solo importaba ese momento. Como una bola de fuego ardiente que todo lo arrasa a su paso, volvió a reír y se maravilló del sonido de algo que hacia tiempo había olvidado. Bailó al ritmo de una música que solo podía escuchar en su cabeza hasta que la noche callo cubriéndolo todo con su manto, pero incluso entonces, podía notar al astro rey alumbrando la senda que recorría.

Pasaron los años, y no volvió a recordar aquel vacio ni aquella oscuridad que antaño acompañaban su esencia, oprimiéndola, sin otorgarle descanso alguno. Fue entonces cuando se fijo en aquel olvidado reloj de pared. Los segundos pasaban y no volvían, sus manos ya no eran las mismas que muchos años atrás habían contemplado aquel reloj, se habían marchitado, ¿volvian los fantasmas de tiempos lejanos para torturiar su tranquilidad? Su presente y pasado se juntaron en aquel momento hasta cortarle la respiración, y todo volvió con la misma fuerza del ayer, consumiendo aun mas su ya escasa seguridad.

Cuando abrió los ojos, estaba tumbada en el sillón donde se había quedado dormida contemplando aquel gigante reloj que tanto le recordaba el paso del tiempo, y con una incipiente sonrisa, supo lo que tenía que hacer.

Tal vez los sueños nos muestren el camino, pero somos nosotros los que tenemos que atrevernos a dar ese último paso para hacerlos realidad

viernes, 2 de octubre de 2009

una palabra negra sobre un fondo fucsia

Temía mirar a sus ojos y ver la verdad. Todo se había esfumado, los recuerdos no eran más que eso, y odiaba aquello, sentirme como una idiota por haber confiado tanto en aquel ser que ahora me decía que lo mejor era que no volviésemos a vernos, mientras la parte irracional de mi mente gritaba que deseaba con todas mis fuerzas que aquello no fuese verdad, la racional decía que no estaba dormida y que tendría que afrontarlo una vez más. Seguiría cayendo en la trampa de volver a enamorarme, pero esta vez lo único que quería era que aquella locura terminase, que me dijese que era solo una broma de mal gusto.

Alguien había puesto banda sonora a aquel momento, y esa era ahora la música que enmudecía mis sentidos, no quería llorar, pero los primeros acordes me hacían recordar lo mucho que ansiaba un abrazo, su abrazo. Hacia tan solo unas horas habíamos estado riendo, éramos las partes del mismo rompecabezas, pero al siguiente instante todo había terminado y la música seguía sonando, imparable.

Parecía que todo llevase su firma así que cogí aquel bote de pintura negra y en las paredes rosa fucsia escribí la única palabra que le convenía a aquel momento: Dolor. Una vez que la pintura estuvo seca me quede allí, contemplándola. Resaltaba de manera especial sobre un fondo demasiado alegre, pero cuanto más la contemplaba más me daba cuenta de que eso era lo que sentía, lo que me desgarraba, así que cogí mi bolso y me fui; dejándolo todo, dejando mi dolor sobre aquella pared.

jueves, 1 de octubre de 2009

Sangre, guerra y fuego

Aquella canción volvía a sonar, todo era de un bonito color claro, pero no podía ser feliz, recordaba, y eso la mataba lentamente, cada segundo intentando olvidar hacia que sus recuerdos fuesen mas vividos y la culpa mas obsesiva.
Recordaba como la noche anterior habían bebido, como al levantarse aquella mañana no recordaba más que partes inconexas , y esa noche decidieron repetir, nublando sus mentes y su culpa con alcohol, sintiéndose felices de una manera irreal, que poco a poco los iba consumiendo. Todavía había alcohol en su sangre pero El decidió conducir y ella no le dijo nada y eso era lo que ahora la llenaba de culpa, podría haberlo evitado. Se montaron en aquel coche aquel oscuro día. Se miraban a los ojos cuando todo ocurrió, no vio el coche hasta que fue demasiado tarde, hasta que su sentencia ya estaba firmada.

Después de aquello no recordaba nada, tan solo había oscuridad, la misma oscuridad con la que se había despertado aquel día, malos augurios la acompañaron pero ella no hizo caso hasta que fue demasiado tarde para tomar cualquier precaución. Tenía las muñecas atadas a la cama, había tubos por todas partes, le dolía cada centímetro de su cuerpo pero estaba viva, milagrosamente estaba viva; la mala noticia no llego hasta unas horas más tardes, y entonces deseo haber ocupado su lugar.

La vida es dura, pero a veces nuestras decisiones la hacen empeorar, llevándonos a lugares en los que nunca deberíamos haber posado nuestra mirada, que nos embaucan, esos preciosos oasis se transforman en un infierno de fuego, sangre y guerra, y es demasiado tarde para nosotros, ya no tenemos escapatoria, hemos vendido nuestra esencia, ya no somos más que cascaras vacías que recorren las calles buscando lo que antaño desdeñamos.