viernes, 30 de octubre de 2009

un jueves por la mañana

A pesar de que faltasen escasos días para el invierno, aquel mediodía hacia calor, por lo que cogió su jersey negro y dejo su largo abrigo del mismo color colgado de una percha. La mochila le impedía caminar bien, o en todo caso sin darse golpes en las piernas; adoraba esa cartera y ya casi no los notaba, estaba demasiado acostumbrada. Bajó aquella calle a su velocidad habitual, la que había sido su velocidad habitual, recorriendo la calle por la que cada mañana corría ya que sabía que llegaría tarde a clase, una vez más, e historia a primera, el profesor volvería a recordarle que había llegado cinco minutos tarde, pero eso ahora ya no importaba, ya no llegaba tarde a ningún lugar, solo corría por el simple hecho de sentirse viva. Paso por delante de una de las puertas sin ni siquiera pararse a contemplar sus barrotes negros, no era ese su destino, pero al pasar a su lado, le llego el olor de una mimosa, un olor dulce y empalagoso, pero que siempre le había gustado, y que le traía gratos recuerdos. Pasó de largo, pero el olor quedo grabado en su pituitaria, al igual que árbol vestido de otoño e iluminado por el sol.

2 comentarios:

Oli dijo...

^^ Sabía que ibas a volver a escribir jaja. En cuantas cosas más tendré razón? :p
Me gusta, describes muy bien todo :)

Simone Solitaire dijo...

Buena descripción. Vas mejorando, condenada!! xD

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