viernes, 10 de diciembre de 2010

¿?

¿Qué hacer cuando nuestros castillos de aire se derrumban?

viernes, 12 de noviembre de 2010

un pedazo de cielo

Notó el calor que desprendía su colgante siempre frio. Hacía calor. La noche estaba estrellada, sus ojos brillaban, recordando un mundo tiempo atrás olvidado. La luna se reflejaba en el mar en calma, iluminando el escenario perfecto para sus recuerdos, para dejar volar su imaginación. Estaba sola en aquel acantilado, rodeada del silencio. Lentamente una ligera brisa, venida de sus más profundos pensamientos, se levanto, envolviéndola, arropándola. Comenzó a jugar con ella, bailando una melodía imperceptible. De repente, sus rodillas se doblaron, y se desplomo. Durante apenas unos segundos, oró con sus lagrimas por un paraíso, muerto, olvidado. El viento se levanto, recordándole que solo queda recorrer la senda del futuro, secando sus mojados parpados. Una risa vibrante y transparente, surgió de sus pálidos labios. Se levanto. Su cuerpo irradiaba una difuminada luz blanca y comenzó a jugar, corriendo y riéndose, cayéndose y levantándose, acompañada por los fantasmas del pasado.

jueves, 28 de octubre de 2010

Algo más

Probablemente debería estar estudiando, pero necesito describir el mundo que me rodea. Puede que suspenda filosofía, o matemáticas, o ese examen de física que tanto estudié, pero realmente, no son más que exámenes, volcar mi memoria reciente sobre un papel y después olvidarlo; se asemeja más a un bote de pintura que abres y viertes en un recipiente más pequeño, lo haces porque no te queda más opción, necesitas el grande, pero ¿Qué queda de la pintura una vez lo has lavado?

Puede que estudie para tener un futuro mejor, por retarme a mí misma, o simplemente puede que lo haga por vanidad, pero después de esos exámenes hay algo más, un mundo gigantesco que nos rodea. Probablemente sea más sutil, no se nos muestra como lo hace el otro, se podría afirma, incluso, que nos guían para que veamos solo el mundo que ellos quieren. ¿Quién lo quiere? Lo desconozco.

¿Nos juzgamos por nuestros meritos o simplemente nos juzgamos por el dinero que tenemos sin tener en cuenta nada más? Creemos que el más rico es el más listo e inteligente, pero… ¿realmente es así? Dicen que el dinero no da la felicidad y probablemente, aquellos que afirman lo contrario, solo sienten envidia. Yo, puedo afirmar que no tengo dinero, no trabajo, no pertenezco a la clase privilegiada, ni mis padres ganan millones al mes, pero probablemente no cambiaria mi vida; no me voy a morir por no tener las rai-ban tan monas que ahora están de moda pero que mañana nadie llevara, ni haberme pasado los dos meses del verano viajando, ni… todas esas cosas que todos vemos y que nos parecen… simplemente apariencia… ¿realmente son felices aquellos que lo tienen todo?

Piensa, por un momento, que lo tienes todo, el mundo se abre ante ti, ahora posees una gran fortuna. Como la hayas conseguido es totalmente secundario, a nadie le importa si has estado años estudiando, si te ha tocado la lotería o si te lo han dejado tus padres, a la clase social con la que ahora te relacionas, solo le interesa tu dinero, tu colección de coches, los metros cuadrados de tu casa, los países que has visitado recientemente, cuanto te ha costado la ropa que llevas puesta… como podéis apreciar, sería imposible citar toda la lista ya que resultaría extenderse demasiado, pero retomando el tema principal, realmente no eres más que una cifra.

¿Pero qué pasa cuando tienes miedo, o te sientes solo o simplemente te has cansado de discursos tediosos y frívolos? Tienes a tu dinero, probablemente un hombre o una mujer llamativos a tu lado que ríe tus ingeniosas frases, pero que es la persona más fría y calculadora del mundo y que, una vez acabada la representación, se vuelve hielo. Sabes que realmente solo siente por ti desprecio, simplemente te utiliza para ascender en la escala social, pero un “plebeyo” a tu lado estaría mal visto, tú no te puedes mezclar con alguien sin dinero, y finalmente, cuando tienes miedo, solo te abraza tu dinero, pero el dinero no es más que un papel al que los humanos hemos otorgado un valor. Puedes romperlo, arrugarlo, tirarlo y encontrarlo, pero nunca podrá devolverte el abrazo, no es más que una continuación de la displicencia que te rodea y que tú cada día notas más grande y densa, así que corre, el niño que todavía eres, solo quiere una caricia para poder dormir en esa noche de tormenta.

sábado, 2 de octubre de 2010

Brillantes colores

Algo extraño ocurría, algo que no se podía ver a simple vista, pero ahí se encontraba. Invisible para el resto, trataba de sobrevivir en un mundo brutal. Miles de sentimientos se arremolinaban intentando esconder su pura luz blanca que, lentamente, comenzaba a apagarse. Por qué no desean comprenderme, se preguntaba, pero cuando intentaba gritarlo, el sonido moría en sus labios. Era un pequeño ser que estaba solo en un mundo superpoblado de brillantes colores.

martes, 28 de septiembre de 2010

rompiendo la calma

La estancia estaba en penumbra, probablemente fuera un estrecho pasillo aunque era imposible afirmarlo a ciencia cierta. Sus únicos moradores parecían ser el polvo y el paso del tiempo. Todo estaba quieto, suspendido, como si la gravedad no afectase a ese pequeño entorno, un mundo que no se regía por las mismas leyes físicas. De repente, un ente extraño irrumpió en la quietud de la nada, trastocándolo todo.

El polvo comenzó a bailar en el aire, las telarañas a resquebrajarse; la luz irrumpió con fuerza en aquel lugar tiempo atrás olvidado que, lentamente, se rompió en mil pedazos. Unos ojos, escondidos, observaron todo esto, impasibles, esperando a que el fin llegase, a que la calma volviese a regresar.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Declaracion

Querido mundo, tengo que decirte que te odio.

sábado, 24 de julio de 2010

Una sombra blanca

No era tarde, a pesar de podía apreciar la oscuridad desde su ventana. Al fondo, entre dos casas, todavía podía ver un pedazo de cielo de un color más claro y aquel puente que cruzaba cada mañana.

La cuidad ya se hallaba iluminada por la luz artificial, pero todavía era un hervidero de actividad. Pequeños grupos de personas cruzaban el puente, los coches recorrían las calles con sus faros encendidos, los niños reían y corrían… el verano iluminaba su futuro inmediato.

No sabía si hacia frio fuera, la ventana estaba cerrada, pero desde ella podía contemplarlo todo, y sobre todo, ser feliz a la vez que todas aquellas personas lo eran. Cada noche hacia aquello, observar mientras ella era invisible detrás de un cristal. Deseaba estar fuera, pero algo que no lograba identificar se interponía en su camino hacia la libertad.

Algo había cambiado, lo notaba en su interior. Se enfundo sus botas negras y abrió su puerta. Bajo las escaleras más rápido que nunca, algo la llamaba con una voz imposible de no atender. En la calle hacia frio pero casi no lo sentía, como tampoco era capaz de ver a todas las personas que se encontraban a su alrededor, mirándola.

La voz surgía del puente, de rio que en su desembocadura rugía con furia, de la luna, de la oscuridad, del aire; pero sobre todo surgía de su interior. El mundo parecía haberse parado para ella, que avanzo con pasos lentos hacia el puente. Las gaviotas volaban, esperándola.

Como si flotase sobre el pavimento, se desplazo hasta su centro. El estado del mar y del rio había empeorado. En el puerto las olas saltaban el muro añadiéndole belleza a un espectáculo no exento de ella. Comenzó a danzar y a reírse, a brillar con luz propia, una luz que había estado demasiado tiempo apagada.

Una ola se trago el puente que desapareció en las profundidades del mar arrastrado por un rio embravecido. Nunca se encontró su cuerpo, pero en las oscuras noches sin luna, cuando la desesperación ser cierne sobre los habitantes, todavía se puede escuchar su hermosa risa disfrutando de una felicidad sin igual llamándolos a que la compartan con ella, a que rian, a que disfruten, a que vivan.

jueves, 1 de julio de 2010

Pensamientos de medianoche

A menudo, tenemos la tendencia a dejar pasar todo aquello que no nos concierne, que no es una injuria. Personas que se creen titanes dan la cara dentro de un colectivo intransigente en el que se creen con los suficientes derechos y un atrevimiento propio solo del inculto como para atreverse a juzgar a una persona por su físico y por su forma de vestir, sin tenerlas en cuenta en su calidad de personas, algo más que tipo, color y forma de la ropa. Pero todavía hay multitudes que se consideran especiales, superiores, por denigrar al prójimo, sin darse cuenta que lo único que hacen es dejarse en evidencia. ¿Qué debemos pensar de todos estos sujetos? ¿Son víctimas de la sociedad o la mano ejecutora? No tengo respuesta a estos interrogantes, solo la necesidad de convertirme, yo misma, en la voz de todas aquellas minorías que aun piensan que las personas son algo más que objetos materiales.

miércoles, 30 de junio de 2010

Testigo de un nuevo amanecer

Necesitaba que todo acabara, que todo cambiara. Sus ojos oscuros se ensombrecieron y una diminuta lágrima descendió, lentamente, por su mejilla.

Jugaba con aquel pequeño colgante en forma de flecha, aquel que la había acompañado, entrecruzándolo por entre sus dedos. Lo notaba frio al tacto y sus bordes se le clavaban, pero al apretarlo contra su palma, deseaba que su huella quedase marcada eternamente.

Poco a poco, sin que ella se diese cuenta, su visión se volvió borrosa y una lágrima siguió a otra, derramando su dolor. El frio penetraba por su ventana y de la calle se filtraba el ruido de la vida: la risa de unos niños, el ulular del viento, el cantar de los pájaros… pero ella se encontraba allí, sola, intentando parar sus lamentos por un futuro que se le antojaba imposible.

Vio nacer y morir el día, pero ella seguía sentada, impasible, contemplando su pasado, contemplando su futuro, mientras ambos se entremezclaban en aquel instante, que moría, que no volvería, que la hacía recorrer un camino que no deseaba, una senda colmada de dolor y de oscuridad.

Poco a poco, su desconsuelo fue dejando paso a la indiferencia y al olvido. Las lágrimas dejaron de brotar de sus ojos, la herida se cerraba, aunque su vestigio sería eterno. Descruzó sus piernas, se notaba inestable al posar sus pies descalzos sobre el frio suelo pero lentamente se acerco a su ventana y miró hacia el sol, prometiéndose a sí misma un nuevo amanecer.

domingo, 27 de junio de 2010

Rue Rivoli

La luna todavía dominaba el firmamento cuando se despertó. Como cada día que aquello ocurría, cogió su fina bata de seda y se asomo al balcón. Fuera hacia frio, era mediados de noviembre pero el tiempo ya era más frio de lo habitual en aquella época. Mientras contemplaba el poco trafico que a aquella temprana hora pudiera haber por la Rue Rivoli. Probablemente se hubiese despertado debido a una de sus constantes pesadillas, un recuerdo de su adolescencia. Apoyo los codos sobre la barandilla, y sin desearlo, comenzó a repasar los acontecimientos del día anterior. Definitivamente había sido un mal día. Su carrera profesional seguía atascada; el libro que la volvería a llevar a la lista de los más vendidos seguía en el punto que lo había dejado meses atrás, había perdido aquellos que algunos habían llegado a considerar mágico. Su vida personal no era mucho mejor.

Se alejo del balcón dejándolo abierto mientras se preparaba un café cargado. Durante su periodo de estudiante era incapaz de tomar café sin comenzar a temblar descontroladamente, pero entregar su novela en los plazos acordados la había llevado a no dormir más que cuatro o cinco horas diarias, convirtiéndola en una adicta al café.

Llevaba días sin aparecer por su oficina, nadie la iba a echar de menos, su columna no ocupaba más que unas pocas líneas y sus artículos eran publicados por el hijo del director, relegándola a un segundo plano, pero sus libros no aportaban los suficientes ingresos como para poder sobrevivir, así que no podía hacer más que callarse y trabajar, además, nadie la contrataría, no después de lo que había ocurrido al comienzo de su carrera. Se había planteado comenzar con algo nuevo, pero adoraba aquella profesión, aunque probablemente nunca nadie le reconocería sus éxitos.

Se sentó delante de su ordenador. Tenía varios años y la velocidad de su procesador era realmente baja, pero le tenía cariño, con el había escrito su primer libro y creía que su suerte procedía de aquel portátil blanco. Presionó el botón de encendido y se puso cómoda mientras este arrancaba. Intento durante un rato avanzar aunque fueran unas líneas, pero al ver que era una misión imposible, bajo la tapa, se quito su bata y antes de que el amanecer comenzase se metió de nuevo en su cama pensando que cuando volviera a despertarse, sería un nuevo día.

domingo, 13 de junio de 2010

Peligrosa belleza

Como las gotas que caían rítmicamente al suelo, su mundo se rompía en pedazos. Las contemplaba caer y rebotar contra el suelo, creando formas imposibles. El pequeño paraguas que llevaba a rayas blancas y negras no cubría todo su cuerpo. Deseaba cerrarlo y poder mojarse, sentirse más cercana a aquello que la unía a la vida, la naturaleza. Adoraba sus llamativos colores, sus diversas formas, su olor, su peligrosa belleza.

El cielo estaba cubierto, y poco a poco se fue oscureciendo pero la lluvia seguía cayendo, imparable, aunando la tristeza que emanaba de aquel pequeño ser. La suerte la había abandonado para no volver, su futuro se hacía añicos imposibles de volver a unir.

Una ráfaga de viento consiguió doblar su paraguas. No le dio demasiada importancia, algo había decidido darle la razón, necesitaba andar bajo la lluvia, y volver a estar en armonía con todo aquello que la rodeaba y que hacía tiempo había olvidado.