viernes, 6 de noviembre de 2009

Caza de brujas

Una vez más había vuelto a su lugar mágico para conseguir descansar. Cada uno de sus músculos estaba agarrotado, pero aunque físicamente no se encontrase en aquel paraje, el desplazar sus pensamientos hasta allí tenía casi el mismo efecto. Tumbada como estaba sobre aquel frío y duro suelo de piedra, con los ojos cerrados y su lenta respiración, poco a poco noto como se iban relajando, liberandola del dolor de la larga caminata. Odiaba toda aquella situación, pero no podía hacer nada, más que proteger su propia vida. Cada noche su mente regresaba a aquel lugar idílico en el que no había estado nunca.

Llevaba huyendo casi dos semanas, dos semanas en las que no había conseguido más que sueños plagados de pesadillas y que hacían que se despertase más cansada de lo que se había acostado. Los recuerdos de aquella noche sin luna la atormentaban, no había podido hacer nada aunque la hubiesen dejado, por eso a pesar del frío reinante, prefería no encender una hoguera, aunque este había sido su compañero de juegos en los anteriores veintidós años de su vida.

Las habían quemado a todas, acusándolas de algo que no habían echo; ella era la bruja. No tenía más que tres años cuando sus poderes se comenzaron a manifestar. Al principio no podía mas que mover pequeños objetos, pero a medida que pasaba el tiempo era capaz de hacer cualquier cosa, y su culpa había sido ayudarla a conseguir todo aquello. Aparecieron una noche sin luna, tal como sus sueños habían augurado, y a pesar de todas las medidas que había tomado, de nada habían servido mas que para salvarse a si misma ya que sus maestras habían dado su vida.

Cuando volvió en si, las lágrimas inundaban sus ojos y comenzaban a correr por sus mejillas. Odiaba a sus asesinos, que no comprendían su poder, pero se odiaba a si misma por no haberlas protegido.

2 comentarios:

Oli dijo...

^^ Me gusta, no me digas que es por quedar bien ¬¬ jaja
Molaría tener poderes... Pero si estos no valen para proteger a la gente a la que quieres... Ya no molan tanto...Bueno, si, siguen molando jaja

Simone Solitaire dijo...

El sentimiento de impotencia es quizá uno de los más duros con el que alguien es capaz de cargar bajo sus hombros.
Me canso de decir que te faltan tildes y que ya no puedes permitirte esos fallos de ortografía, pero como tú no te cansas de ponerlos, pero sospecho que sí de escucharme, lo diré una vez más xDDD.

Por cierto, esta entrada está enlazada con alguna otra? Recuerdo que dijiste que tenías varias historias a medias, pero ya no sé exactamente cuáles eran.

Cuídate, vale? Un beso

Publicar un comentario