lunes, 18 de mayo de 2009

retazos del pasado

Mi capa arrastraba por el manto de hojas por el que se encaminaban mis pasos. Procuraba no hacer el menor ruido para no delatar mi posición, pero podía notar su gélido aliento de muerte en mi nuca.

Apretado contra mi pecho llevaba el libro por el que daría la vida si fuese necesario. Me dirigía al último lugar donde podría estar todavía segura en ese mundo de guerra y desolación. No sabía si verdaderamente todavía existía aquel lugar del que solo hablaban los libros más antiguos.

La noche avanzaba y yo necesitaba cada vez mas pararme a descansar pero sabía que eso era imposible, debía continuar avanzando aunque no supiese si mis pasos me encaminaban al lugar adecuado, solo tenia la certeza de que si me quedaba quieta, seria cuestión de horas el que me encontrasen y nos quemasen, al libro y a mí en la hoguera.

Desde la lejanía pude apreciar el relincho de un caballo, los muy idiotas no se habían preocupado de guardar ni siquiera sus pasos, eran los cazadores mientras que yo, la presa, pero no me rendiría sin pelear, aunque fuese lo último que hiciese me llevaría conmigo a muchos de los suyos.

Comenzaba a amanecer cuando por fin pude encontrar el descanso que tanto ansiaba, aunque la tranquilidad fue efímera. Mis ojos casi se habían cerrado cuando note como sondeaban el terreno colindante, y me apresuré a levantar mis defensas, que de poco servirían contra los mejores magos de la región.

Cuando creí que era seguro salir a campo abierto de nuevo, me sumergí a la carrera en un mar de cedros, en el que con sus rápidos caballos no podrían entrar. Avance todo lo que pude hasta caer exhausta. Me di la vuelta con mis últimas fuerzas para esperar a la muerte en una postura más digna. Los oí acercarse, pero sus pasos no sonaban al metal al que me tenia acostumbrada, del cual estaba habituada a escapar. En los ligeros pasos que ahora escuchaba, no habían ese tintineo a muerte, sino que estaban en consonancia con el terreno, cantando en armonía. Era lo más bello que nunca había escuchado.

Noté como alguien me levantaba en volandas, no pude mirarlo porque mis parpados se negaban a abrirse, o tal vez había perdido el don de la visión. La persona que me llevaba en brazos susurro algo en mi oído, era como una suave melodía, la misma que había escuchado cuando se había acercado a mí, y el mundo dejo de existir. Me sumergí en la oscuridad de los sueñosy solo era consciente de que, quien me había salvado, fuese quien fuese, me había permitido conservar mi mayor tesoro, el libro que todavía ocultaba bajo mi empapada capa.

1 comentarios:

Simone Solitaire dijo...

Uoh, este me ha gustado, sí sí, muy chulo. Tiene algún tipo de continuación, es el fragmento de alguna historia que tengas por ahí a medias o simplemente es así, sin más? No estaría mal que lo alargaras un poco.
Vigila las tildes, que te comes alguna que otra y cuando uno se dedica a escribir, son errores ridículos que no puedes permitirte.

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